domingo, 10 de febrero de 2008

A seis minutos del desastre

Resignados, los hinchas mirábamos el piso, nos mordíamos las uñas y tratábamos de entender que la realidad nos asestaba un nuevo golpe. Olimpo, en el Cilindro, nos ganaba 1-0 y nos condenaba a comenzar un torneo (especial como pocos) desde el fondo de la tabla. Cuando el respirador artificial agotaba sus baterías, Sebastían Arrieta se sacó de encima a su marcador, tiró un centro magnífico y Facundo Sava, una vez más, nos hizo llenar la boca de gol. ¿Festejar un empate? No. Festejar, desde el dolor parturiento, que la primera parada terminó. Sin gloria pero sin tragedia. Y a mezclar y dar de nuevo.

El partido comenzó con un Racing que intentaba ser agresivo, pero que tenía pocas armas para lograrlo. Con Matías Sánchez abierto sobre la derecha y sin atributos ofensivos por ese sector el juego se volcó, inevitablemente, sobre la banda izquierda. Allí, Claudio Fileppi y Gonzalo García intentaban conectarse, aunque lo lograban alternadamente. Desde ese lugar vino un gran centro de Caio que Sava, después de bajar con el pecho, mandó a las manos de Leonardo Cauterucchi. Pero el equipo de Miguel Micó era demasiado frontal, casi tosco para llegar. Como patrón en su campo, Javier Páez daba clases de salto, cabezazo y revoleo. El ex Independiente sacó el manual de "cómo jugar siendo un defensor limitado" y fue la figura de la cancha. Habría que pasarles el video a los zagueros racinguistas, que hicieron todo lo contrario y fueron más peligrosos que los delanteros visitantes.

Olimpo era sencillo y trataba de salir con rapidez. En un envío desde la esquina, Hilario Navarro calculó a lo Campagnuolo y Páez la mandó de cabeza y emboquillada. La pelota entró mansita. Fue un mazazo tremendo, casi a la mandíbula.

En la segunda etapa, con Maxi Moralez ingresando por García y Fileppi retrocediendo a cubrir el lateral, Racing intentó ser más incisivo. Al comienzo, el vértigo controlado del Enano logró acercarlo un par de veces al arco de Olimpo. Además, Adrián Bastía (de primer tiempo deplorable, lento y arriesgando demasiado) y Claudio Yacob se asentaron un poco y la Academia conseguía la pelota con mayor facilidad. Pero la defensa estaba en una noche imposible de calificar. Y en un avance de Olimpo, de ésos en los que atacan 3 y defienden 5, Lujambio ganó en el área y Navarro, redimiéndose, logró una atajada que estará entre las mejores del año. Podría haber sido un duro final. Pero Racing tenía una vida más.

Después de algunos revolcones de Cauterucchi, con el equipo de Micó llegando de forma desprolija, llegó el desahogo. Y fue, nuevamente, de quien más lo había buscado. El goleador hambriento, que había generado todo el peligro albiceleste (Reinaldo Navia no hizo ni cosquillas) , puso otra vez su cabeza. Y salvó la de varios.

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